El alcohol actúa en la zonas del cerebro que se relacionan con la agresión e inhibe las funciones de autocontrol que normalmente pueden mantener los impulsos agresivos bajo control (1, 2). Como resultado, cuando algunas personas consumen alcohol en exceso, pueden volverse violentos o abusivos hacia otras personas así como participar en peleas físicas o conducir de forma agresiva.
Se ha demostrado una relación entre algún tipo de conducta violenta y el consumo excesivo de alcohol, tanto para el agresor como para las víctimas (3). Los expertos coinciden en que la violencia es producto de muchos factores, como la salud mental, la aceptación social de una conducta agresiva y violenta, así como situaciones y contextos particulares (2, 4-7). Después de todo, la violencia existe sin consumo de alcohol y algunas personas que beben no se vuelven violentas.
Si se da cuenta de que su conducta cambia cuando consume alcohol y que se vuelve más agresivo en la forma en que responde o actúa, lo mejor es dejar de beber. Además, en el futuro debería reconsiderar cuándo y cuánto bebe. También puede aprovechar a consultar a un profesional de la salud.
Por otro lado, si su consumo de alcohol lo hace sentirse inseguro o le preocupa el consumo de alcohol de alguien más, lo mejor es retirarse de esa situación potencialmente peligrosa y obtener ayuda de alguien en quien confíe; existen centros de ayuda y albergues disponibles.